jueves, 19 de febrero de 2015

Sin descanso


Hace dos años, falleció mi hermano mayor, leucemia, se fue en seis meses y desde entonces 2 o 3 veces al día me encuentro pensando en él, ya sea por alguna persona que veo en la calle, alguna canción, comida, comentario, miles de cosas.   Pero pienso en él un ratito, me entristezco unos minutos y luego conscientemente, sé que está en un lugar mejor y nos cuida y fin de la historia, continúo con mis cosas.
Pero como hago con el estigma de saber que mi hija es adoptada, cada vez que le hablo en mi cabeza esta una vocecita repitiéndome “cuidado con lo que le dices, la puedes marcar” o cuando le voy a llamar la atención, la misma voz “tu tono de voz es muy fuerte, se va a traumar” y si le compro algo, “estas engriéndola demasiado, no reemplaces su carencia con regalos”.  Y cuando no estoy con ella, pienso como debo hablarle, llamarle la atención o engreírla sin culpa.  Estoy literalmente obsesionada, devoro libros de sicología en busca de orientación para saber cómo criar a mi hija.

Las mamas biológicas, piensan en ello o no lo hacen, conversando con algunas mamas me doy cuenta que no depende de dónde vino tu hijo sino de cómo eres como persona.  Algunas mamas ni siquiera se ponen a pensar en que consecuencias tienen sus palabras, tonos o comportamientos, otras si lo piensan todo mil veces y otras malcrían a sus hijos sabiendo que está mal pero por comodidad o exceso de amor no les ponen límites.

Y la gran pregunta entonces es: estos niños cuando crezcan y tengan algún problema dirán, mi mama me crio así, total son sus hijos, pero que pasa con mi hija.  Como me va a reclamar mi hija cuando crezca si sabe que no soy su madre biológica, ella va a poder cuestionarme cada palabra que le dije, cada cosa que hice, cada premio, cada castigo, cada juego.

Mi hija cumple el próximo mes 5 años, hace cuatro años la conocí y me enamore. Y desde ese día mi mente no descansa.
Efase.